Pepa González Ramírez

sábado, 16 de julio de 2022

 


Reencuentro

Estaba muy asustada, aquel lugar era muy extraño, no reconocía nada en aquel ambiente que me impedía moverme libremente.

Quizás deba contaros cómo llegué hasta allí, quizás deba ir hasta el momento de mi nacimiento o quizás mejor, un poco antes, justo en el instante en que me vi abocada a tomar una decisión que sin duda haría de mí quien ahora soy y se encuentra pasando esta terrible experiencia.

De la nada amniótica y de la placidez del no ser me sentí empujada literalmente a otro espacio que me provocó unas sensaciones nunca antes vividas. Desasosiego, incertidumbre, un malestar que nunca antes viví. Recuerdo una luz que me cegó y cuando me recuperé me encontré ante dos especies de túneles que me parecieron iguales. No había nada detrás de mí, solo una oscuridad inmensa. Debía tomar una decisión, la negrura parecía querer engullirme y eso no me apetecía lo más mínimo. Me acerqué a aquellos espacios que se abrían ante mí y en los cuales no se atisbaba ningún fondo. El orificio del túnel de la derecha, idéntico al otro, no me produjo impresión alguna. Cuando me acerqué al de la izquierda, sentí frescor y me embriagó un aroma delicioso. Estaba claro por dónde tiraría. Entré y a medida que avanzaba por el túnel el bienestar me invadía y cada vez estaba más relajada, aquello debía ser algo bueno o ¿tal vez me equivocaba?

No os preocupéis, no me equivoqué y fui viviendo una vida plena, pero, había algo, no sabría explicaros, que me aturdía, me inquietaba, era una necesidad imperiosa de viajar, de dejar el nido, mi hogar. Todos lo que me querían me desaconsejaban tal idea, pero yo sabía que tenía que hacer algo en otro lugar que era importante porque si no ¿por qué había perdido el sueño?, ¿por qué presentía con tanta urgencia que debía marchar?

A pesar del dolor de la despedida emprendí el vuelo. Mi hatillo iba vacío, no quería pesos que me impidieran avanzar. Me sentía triste por lo dejado atrás pero no tenía duda de que había algo que debía hacer, que ese viaje tenía un propósito, pero, ¿hacia dónde dirigirme? Simplemente me dejé llevar, dejé que los vientos me guiaran.

Llevaba tiempo en marcha, me acercaba a una ciudad, ¿cómo podían vivir allí? Aquello era espeluznante, ¡cuánto ruido! Mis orejas no estaban acostumbradas y me dolían. Los mayores nos habían contado de su existencia y de los peligros que para nosotras podían suponer, nunca, bajo ningún concepto debíamos ir. Pero era allí donde ¿mi instinto? me guiaba, algo me decía en alguna parte de mi ser que ese era el lugar, que había llegado a mi destino.

Paré y descansé. Aquel lugar era enorme y muchos los peligros que me podían acechar. Cerré los ojos e intenté concentrarme, pensar cuál era el siguiente paso. Hacía calor, era verano y nos encontrábamos más o menos a la mitad de la temporada y a pesar de que apenas comenzaba el día la temperatura era alta. Me dejé estar así un buen rato, creo que incluso me dormí, sin duda estaba cansada. Entonces tuve aquella visión, fue un instante rápido, pero pude ver la imagen de un edificio, en concreto una terraza que tenía cerca unas vías de tren y a su alrededor había grandes eucaliptos. Algo me llevaba allí. Algo me esperaba en aquella casa. Y asentí, le dije a la vida que sí, que aceptaba lo que fuera que tuviera que experimentar. No tuve tiempo a nada más, una ráfaga potente de aire, que casi me hace caer, me llevó hasta allí.

Y aquí estoy ahora muerta de miedo. Me doy porrazos con todo, el sitio es muy pequeño y mis alas muy grandes. Tengo la sensación de que he sido una ingenua y que debí hacer caso a los míos, creo que he venido aquí a morir, pero ¿por qué? Aún soy muy joven. Me estaba empezando a desesperar, quería salir, pero no sabía por dónde, estaba aturdida y mi cuerpo estaba extenuado, entonces apareció ella, era una mujer joven, me pareció que tampoco ella podía dormir desde hacía mucho tiempo y que estaba más asustada que yo, eso me calmó un poco, eso y porque sentí su pena inmensa, era mucho el dolor que la poseía. Sentí mi corazón encogerse ¡cuánto había sufrido y cuánto sufría aquella muchacha!

Dejé de volar a trompicones y me posé sobre un mueble, necesitaba respirar, tomar aliento; ella quieta me miraba extrañada y la vi hacer ese gesto que alguna vez vi en otros humanos, aquellos que alguna vez paseaban por el bosque donde yo vivía. Los había observado de lejos y los vi hacer esa mueca muchas veces, mi abuelo me dijo que eran sonrisas y que las hacían cuando eran felices. Eso me calmó y más aún cuando la reconocí, ¡yo conocía a esa chica! De nuevo mi pequeño corazón comenzó a latir con mucha fuerza, pero esta vez la sensación era maravillosa. Me sentí plena, ahora todo tenía sentido, por su expresión supe que ella también me reconoció. El viaje había merecido la pena, el reencuentro con ella fue el regalo más precioso que la vida nos hizo a las dos. Ella comenzó a hacer aspavientos con los brazos y las manos, me fue guiando para que pudiera salir de allí. Me hacía avanzar no sabía hacia dónde pero ya no tenía miedo, tenía la certeza de haber hecho lo debido.

Con mucha delicadeza, me guio hacia un ventanal grande, la entendí perfectamente. Me posé en el filo dispuesta a emprender el vuelo, pero antes me volví a mirarla, ella lloraba y sonreía a la vez.  Me dijo algo en su lenguaje que no entendí pero que sí comprendí muy adentro de mí.

- ¡Lo has conseguido! Has cumplido tu sueño de volar, eres una lechuza preciosa. Disfruta de tu libertad. ¡Adiós, mamá!

Abrí las alas, salté e inicié el vuelo de regreso a mi hogar.

Pepa González Ramírez


miércoles, 6 de septiembre de 2017

¿Quié soy?

Maestra de profesión, actualmente me dedico a escribir libros infantiles para editoriales y personalizados. También realizo talleres para el fomento de la lectura y la escritura en colegios, librerías, bibliotecas...
Además he sido redactora en la sección de Pekehistoria en la revista digital iHistoriArte, donde aún podéis leer mis artículos con mi personaje Pantapa como protagonista principal.
Estoy encantada de poder compartir con todos vosotros este espacio personal de Yo cuento. 

Y para aquellos peques creadores un espacio para compartir vuestros cuentos, dibujos, poesias... en Si un cuento quieres crear...